No todos son conscientes del poder de la comunicación, y menos de lo poderoso que se vuelve un medio de comunicación cuando tiene la intención de convertir la mentira en un objeto de tergiversación de la realidad.
El editorial de este martes 10 de enero del matutino Página Siete titulado “Asalto bolsonarista a la democracia” intenta pintar los sucesos delictivos y salvajes ocurridos en Brasilia como una reedición de los acontecido un par de años antes en Washington, y que son ya una moneda corriente en toda la región. Se olvidan mencionar que otro antecedente frustrado sucedió en Bolivia el 2020 cuando derrotados partidarios de derecha y extrema derecha, arrodillados en las puertas de cuarteles militares oraban pidiendo la intervención armada para impedir la asunción democrática del claro ganador Luis Arce.
En la misma fecha, el diario cruceño El Deber titula en su editorial “Democracias en la región, álgido momento” donde destaca los mismos hechos y asocian el mismo con el caso norteamericano de 2021, pero igualmente ignoran el grotesco hecho en nuestro país el 2020.
Pero lo sucedido con los radicales fans de Neymar en Brasil no tiene ninguna relación de causa con lo que sucede en el Perú, donde un pueblo ignorado se levanta contra una dictadura golpista que defenestró al legítimo representante de los pueblos que ganó democráticamente la silla presidencial.
Dina Baluarte, al igual que Añez, un personaje de reparto en la realidad peruana, al igual que Añez, asume un cargo que no le corresponde, al igual que Añez, en un teatro amañado por un congreso deslegitimado, al igual que Añez y tontamente, al igual que Añez, elige masacrar al pueblo, al igual que Añez. Las muertes causadas por Baluarte y sus cómplices, al igual que Añez, no han hecho más que despertar al contenido pueblo que durante décadas espera por la oportunidad de definir su futuro sin las imposiciones y caprichos de las élites.
Este panorama del Perú no se puede comparar en nada con lo que sucede en Brasil, uno, el del Perú, es una reacción incontenible por un derecho usurpado y violentado por un congreso y unas élites serviles a intereses mezquinos, y lo otro, lo de Brasil responde a una patraña engreída de grupos antidemocráticos que se han visto despojados de sus privilegios y usan grupos violentos intencionalmente ataviados con los colores de la selección brasileña, para generar caos y crimen bajo una falsa bandera patriótica.
El intento de ambos editoriales es presentar una región dividida, radicalizada y polarizada, dando a entender que el surgimiento de democracias populares y construidas sobre la base de los intereses generales de la población históricamente postergada, es el origen de los conflictos que se ven ahora en la región.
No obstante, ambas editoriales ignoran convenientemente, que esa polarización que ahora quieren demostrar, siempre existió en casi toda Latinoamérica y en otros continentes, solo que antes, sobretodo en el siglo pasado, los mismos medios de (des)información invisibilizaban esa polarización simplemente porque ellos eran beneficiarios de la situación desbalanceada en la que aquellas democracias pactadas entre grupos minoritarios de poder querían demostrar que los polos opuestos no existían y que los descontentos eran solo un grupo de “inadaptados radicales”.
Hoy, ya con las cartas sobre la mesa, nos damos cuenta que la verdadera vocación violenta y fascista, y el origen de la violencia, corresponden de manera exclusiva a los que reaccionan hormonalmente, a los que se han dado cuenta que el dinero no compra todo, y como su efectivo no es suficiente para generar ideas y pensamiento hay que agarrar palos, empuñar banderas y marcar territorio para imponer su endeble verdad.
Hoy la derecha, carente de propuestas y soluciones inclusivas, busca vestir de héroes a vulgares personajes como Bolsonaro y como Camacho, busca refugiarse en obtusos intelectuales como Vargas Llosa y el senil egresado Mesa. Hoy más que nunca, la derecha poderosa está extraviada, extraviada en sus medios hegemónicos y en sus fortunas inútiles de generar ideas.
Por el bien de Brasil, esperemos que el uso de la ley y el peso de la legitimidad obtenida en las urnas muestren rápido el camino a enrumbar. Por el bien del Perú, tomar consciencia que el destino está en la lucha consecuente despojada de vanidades y que la autodeterminación que anhelan no cueste más sangre de la que ya se derramó.
El poder de la comunicación debe ser ahora desarrollado por actores comprometidos con los intereses que comulgan con el pobre, con el necesitado, con el desamparado, con el adolorido, porque en estos personajes es donde radica la verdad, y ellos necesitan empoderarse de medios de información que respondan.
Malamen