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En ausencia de una intervención estatal importante en los ámbitos laboral y financiero, y en medio de un estancamiento de larga duración hoy agravado (estanflación), aún pareciera no vislumbrase una luz al final del túnel.
A veces pierdo, a veces gano
Pero no es en vano morirme por la tierra que amo
Y si los de afuera preguntan cómo me llamo
Mi nombre es “Latino” y mi apellido “Americano”.
Pero en Estados Unidos, Kissinger era intocable. Allí, uno de los carniceros más prolíficos del siglo XX murió como vivió: querido por los ricos y poderosos, independientemente de su afiliación partidista. La razón del atractivo bipartidista de Kissinger es sencilla: fue un estratega de primer orden del imperio estadounidense del capital en un momento crítico del desarrollo de ese imperio.
La última vez que sentí la presencia viva de Jorge, es decir, cuando escuché un instante el ruido de su corazón, fue cuando tomé la cámara que habíamos usado para filmar La Batalla de Chile, en 1996, en una oficina de Santiago. Permanecí un largo momento observando el cuerpo de la cámara y los chasis para guardar la película. Después estuve largo rato tocando el cinturón de la batería, el zoom, los otros lentes, palpando las piezas por separado, pensando que algo de su calor aún estaría allí.
La población Argentina votó para botar a la “casta” y la “casta” se rio de nosotros y ahora ocupará ministerios y secretarías de la presidencia del “león” neopopulista de Javier Milei.
En ese contexto el joven estudiante de auditoría del Instituto Profesional de Santiago (IPS), hoy Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM), Ronald Wood Gwiazdon, tratando de cruzar el puente Loreto, de norte a sur, fue asesinado a mansalva por militares que custodiaban el puente, impidiendo la circulación de personas por ese lugar.
Por la escala del inminente ajuste se avecina una guerra contra el pueblo. El endeudamiento con privatizaciones vuelve a escena, en caóticas disputas por los negocios. La resistencia por abajo y las disidencias por arriba afectarán a Milei. Un nuevo protagonista altera los diagnósticos del país.
En cualquier circunstancia, lo que se reitera es la necesidad de financiamiento, entre 15.000 a 30.000 millones de dólares, lo que se pueda, claro que, como resultado de esa potencialidad, se agrave la hipoteca de la deuda que recae sobre el conjunto del pueblo argentino.
En última instancia, la descolonización, si ha de ser eficaz, no va a basarse en el derramamiento de sangre y la matanza de civiles. Será un proceso centrado en el desmantelamiento de una estructura de opresión. Y, por supuesto, habrá violencia en ello. No creo que haya ninguna lucha anticolonial que no sea violenta, pero hay una diferencia entre la resistencia armada y el tipo de derramamiento de sangre que podría descontrolarse sin un proyecto político ideológico y estratégico eficaz. Y creo que ése es el trabajo que tenemos que hacer: averiguar qué proyecto puede sostener una estrategia eficaz de descolonización y hacerla avanzar.
El proceso de elaboración de una nueva constitución en la forma determinada por la ‘élite política’ nacional ha llegado a su fin. Es un fraude del cual nos hubiere gustado permanecer ajenos. Más, aún: nos hubiere agradado deslegitimarlo con nuestra ausencia y, a la vez, deslegitimar así todo este sistema corrupto y el vergonzoso engendro que nos ofrece.