Por Manu Bichindaritz
Si aún necesitábamos convencernos, el movimiento social contra el aumento de la edad legal de jubilación es una oportunidad para demostrar que, se obtenga una victoria social o no, hay una cuestión política que sigue en pie: ¿cuál es la alternativa al proyecto ultraliberal y autoritario de Macron? Para responder a ella, tenemos que empezar por preguntarnos cómo podemos responder al problema de la organización de nuestro campo social aquí y ahora: ¿qué tipo organización, para hacer qué y cómo construirla?
«Un marco colectivo de elaboración y de acción que reúna a quienes han decidido libremente unirse para defender un proyecto común de sociedad (…) Este partido porta la esperanza de una sociedad liberada de la explotación y de la opresión». Con estas palabras se definió el NPA el año 2009 en sus Principios Fundacionales[1] que, aunque la situación ha cambiado, siguen siendo muy pertinentes. Así pues, retomar hoy el camino de la construcción de una organización para las y los explotados y oprimidos significa, en primer lugar, echar un rápido vistazo crítico a las experiencias recientes, empezando por la nuestra.
Un vistazo al retrovisor mirando hacia el futuro
La perspectiva de construir un nuevo partido anticapitalista se lanzó tras unas elecciones presidenciales marcadas por el éxito de la campaña de la LCR y de su candidato, Olivier Besancenot, sobre las ruinas de una esperanza de unidad abortada tras la victoria del No al Tratado Constitucional Europeo. Esta experiencia única pretendía construir un pequeño partido con un atractivo de masas que, en presencia e influencia, superara el perímetro tradicional de la extrema izquierda y que reuniese al mundo del trabajo –personas asalariadas, precarias o paradas–, a la gente de los barrios populares, a las y los activistas contra las distintas opresiónes y a la militancia de las izquierdas revolucionarias o radicales, con vistas a romper con el capitalismo mediante la transformación revolucionaria de la sociedad. En tiempo pasado nos reafirma en ese objetivo. Ninguna de las grandes coordenadas de la situación ha cambiado, ni desde el punto de vista de las crisis del sistema ni desde el punto de vista de la organización de nuestra clase.
El resto de la historia es conocida: de casi 10.000 miembros en 2009, el NPA había perdido unos años más tarde el 75% de sus adherentes. Toda una hemorragia; la expresión de un fracaso, cuya explicación no es única y en la que se combinan elementos endógenos y dificultades internas reales con errores de construcción. En el año 2008, la situación del capitalismo globalizado, marcada por la gran crisis financiera de las subprimes, dio credibilidad a quienes criticaban un modo de producción y un modelo económico al límite de sus fuerzas y planteaban la necesidad de salir de él. Tanto más cuanto que, en el mismo periodo, crecía la conciencia ecológica, en particular la amplitud de la crisis climática y sus consecuencias. En resumen, la concesión del Premio Nobel de la Paz al IPCC en 2007 demostró que el capitalismo suponía una amenaza para el planeta y sus habitantes. Pero estas constataciones se realizaban en el contexto de una relación de fuerzas degradada del que no hemos salido, marcado más por la ira y las preguntas sobre cómo cambiar la situación que por un impulso a organizarse para hacerlo.
Lógicamente, fueron las fuerzas que, en términos de poder y capacidad de actuar, parecían tener una respuesta inmediata las primeras en captar este deseo de transformación. Al principio fue la aparición del Front de Gauche en nuestro mismo espacio político, pero con una fuerza y presencia mayor que el NPA, y con una poderosa orientación electoral… que iba de la mano con la impotencia para cambiar las tornas mediante la movilización. La ruptura de Mélenchon con el socioliberalismo promovido por el Partido Socialista (PS) en el poder a partir de 2012 desempeñó un papel clave en la polarización de un medio radicalizado que estaba igualmente abierto a las ideas anticapitalistas y revolucionarias. Hoy, es verdad que, de forma más ambigua, la NUPES se beneficia más o menos de la misma dinámica, aunque no hay que subestimar el giro hacia la izquierda crítica del centro de gravedad de esta izquierda encarnada por La France insoumise (LFI).
Ahora bien, aunque la LFI cuenta en estos momentos con algunas cartas en la mano, no dispone de los medios para resolver la cuestión de la organización. En primer lugar, porque la LFI sólo podrá salir de su condición de movimiento gaseoso derivado de su herencia populista de izquierdas a costa de profundos cambios organizativos y la construcción de una democracia interna que ponga en peligro significativamente su propia existencia. Es notable que la actual dirección de la LFI acepte la afiliación a otros partidos (como es el caso del Parti de Gauche, el Parti Ouvrier Indépendante y la recientemente creada Gauche écosocialiste), pero que se oponga ferozmente a la formación de corrientes internas en su interior como expresión de una vida democrática real.
Y lo que es más importante en este momento, la aplicación de su programa L’Avenir en commun, que incluye medidas de ruptura con las clases dominantes que requerirían grandes enfrentamientos con ellas, sólo se plantea en relación al marco institucional actual, lo que implica ganar las próximas batallas electorales. Por tanto, la LFI está condenada a rodearse de los socios habituales de lo que hasta no hace mucho era la izquierda gobernante… Y los debates actuales en torno a las próximas elecciones europeas ilustran claramente la necesidad de asumir que, para luchar contra la austeridad y las fronteras y defender una construcción democrática al servicio de los pueblos, la unidad sólo puede lograrse en torno a la ruptura con la actual construcción europea y sus tratados, contra la Europa fortaleza de los mercados y los bancos. Una opción cuestionada, por no decir otra cosa, por varias fuerzas en el seno de la NUPES…
Debatir y actuar
Así pues, el problema persiste. Refundar un partido anticapitalista con vocación de masas, con amplia influencia, que articule una estrategia de transformación revolucionaria del sistema, sea portador de una práctica unitaria y esboce la perspectiva de construir una sociedad emancipadora, sigue siendo más necesario y urgente que nunca ante la crisis económica, ecológica, social y democrática. Tanto más cuanto que la misma puede hacer emerger el peor peligro de todos, el de la extrema derecha.
En este contexto, tenemos claro que el NPA no es una herramienta suficiente, sobre todo teniendo en cuenta lo que está en juego en las luchas venideras y la cuestión de la alternativa que hay que construir. Tras las distintas secuencias de intensos enfrentamientos en la lucha de clases en los últimos años (Chalecos amarillos, luchas contra las reformas de las pensiones en 2019 y este año), podemos ver claramente que el NPA no está en condiciones de ofrecer respuestas militantes al radicalismo que se expresa en estas luchas sociales. Es más, como se suele decir, cuando ahí fuera hay más activistas y simpatizantes que comparten ampliamente nuestras luchas políticas que quienes están comprometidos con el NPA, tenemos que intentar construir el marco adecuado para que todos puedan organizarse dentro de él. Eso significa ser capaces de llegar a otros activistas, del movimiento social o de las movilizaciones contra la explotación y la opresión, pero también de otras corrientes, ya sean la gente desilusionada con la izquierda institucional o con las incapacidades de la extrema izquierda… Reunir a quienes, como se suele decir, tienen una comprensión común del periodo y de las tareas.
No partimos de cero, ni mucho menos; pero es necesario volver a explorar nuestra propia herencia y reafirmar los perímetros de una fuerza de este tipo. En primer lugar, porque es lógico que este enfoque se dirija en primer lugar a las fuerzas y corrientes que ya están organizadas políticamente. En la extrema izquierda y la izquierda radical abundan estructuras –organizaciones, agrupaciones militantes…– ninguno de los cuales puede pensar que tiene la llave de la situación. Por tanto, en los próximos meses debemos comprobar si se dan las condiciones para dar un salto organizativo a medio plazo, combinando elementos de debate teórico, intercambios sobre las coordenadas del periodo y la puesta en práctica de una intervención conjunta (en los centros de trabajo y de enseñanza, en los barrios, en comparecencias y campañas conjuntas). Sólo mediante ese proceso podremos construir sólidamente una base común, producto de los debates por arriba y de una práctica común por abajo, evitando, no la democracia necesaria a todo proyecto revolucionario, sino el debate permanente que impide toda elaboración común y cultiva las teorizaciones solitarias y la autoconstrucción.
Anticapitalista, revolucionario, unitario, democrático
Básicamente, los contornos de una nueva fuerza combinan varios elementos estratégicos por debajo de los cuales se desnaturaliza el proyecto. Seguimos comprometidos con la construcción de una fuerza para la transformación revolucionaria de la sociedad, incluso en un periodo de retroceso, precisamente porque este retroceso muestra el callejón sin salida al que nos arrastra el sistema; por tanto, es necesario romper con esta sociedad de competencia generalizada. Esto significa una oposición concreta al orden social y a quienes lo defienden, mediante la confrontación con el Estado de la clase dominante y la defensa de los procesos de autoorganización frente a los aparatos burocráticos y la cogestión de las instituciones, para que el mundo del trabajo y, más ampliamente, el conjunto de la población tome el futuro en sus manos.
Queremos una organización que pueda hablar a todas y todos los anticapitalistas, a quienes sufren el capitalismo y quieren pasar a la acción para derrocarlo. Este sistema económico y social genera una multiplicidad de formas y relaciones de explotación y opresión que se expresan en diferentes esferas de la sociedad, generando contradicciones, resistencias y luchas. Más allá de su naturaleza específica, estas luchas necesitan converger dentro de un marco más amplio en el que puedan articularse sus reivindicaciones.
Nuestro proyecto sólo puede ser unitario. Porque se trata de un imperativo estratégico para la construcción de la resistencia y, también, para las uniones tácticas a nivel político, incluso en el terreno electoral. Bajo la presión de la burguesía, nuestro campo social está a la defensiva, pero las y los anticapitalistas deben estar a la ofensiva. No en confrontación permanente con los demás, en particular con las fuerzas que componen la NUPES, sino construyendo herramientas de movilización (marcos unitarios, campañas…) o agrupaciones electorales que permitan la expresión más amplia del rechazo del macronismo, la derecha y de la extrema derecha y por una alternativa ecosocialista. Si bien, conservando nuestra independencia siempre.
Por último, puesto que defendemos una sociedad emancipadora, la organización que queremos sólo puede ser democrática y militante. Son las dos caras de la misma moneda: decidir colectivamente tras un debate abierto y poner en práctica juntos una experiencia compartida en la que todos y todas contribuyan a la actividad, aunque haya diferentes ritmos militantes en función de las situaciones personales. Es la base de la igualdad entre todas las y los militantes y un anticipo de lo que podrían ser las relaciones en una sociedad liberada del capitalismo.
Lanzar un proceso, pensar en las mediaciones
Tras los distintos acontecimientos recientes que están contribuyendo a forjar una nueva conciencia (como la crisis sanitaria de Covid-19 y diversas campañas contra el cambio climático), la actual ola de movilización social ya está produciendo sus primeros efectos en amplios sectores de la sociedad: la toma de conciencia de la carrera desenfrenada al abismo de un sistema productivista rapaz dispuesto a hacer retroceder constantemente todas las conquistas sociales (en particular las relativas a la protección social, las pensiones, el seguro de desempleo, etc.), la necesidad de ponerle el freno y, por tanto, de organizarnos para lograrlo (y pensar el después); la perspectiva de un punto de inflexión fascista que va tomando cuerpo, el rol de las instituciones democráticas de las clases dirigentes que de hecho permiten un funcionamiento autoritario como el actual… Todo ello demuestra que nos encontramos en un momento en el que necesitamos hacer una oferta política, tomar iniciativas, intentar avanzar en la organización de nuestro campo social.
Modesta pero firmemente, a raíz de varios intercambios, ésta es la propuesta que hemos hecho para lanzar un proceso de debate abierto a través de la organización de los foros anticapitalistas.
No se trata de un señuelo y menos aún de una receta milagrosa capaz de resolver las múltiples contradicciones de la situación social y política, sino de un propuesta para decantar una perspectiva indispensable de verificación y de construcción. Una elaboración de este tipo forma parte, por tanto, de procesos sociales y políticos que deben ser constantemente discutidos y actualizados, en relación con lo que se va a discutir en estos foros, pero también en relación con la realidad de lo que ocurre en la lucha de clases. En este sentido, está en consonancia con nuestra visión de un partido concebido no de forma acabada (o incluso dogmática), sino como una mediación organizativa. A su nivel, estos foros pretenden ser un crisol del periodo en el que queremos actuar, y su dinámica dependerá en gran medida de la situación, de su traducción a la conciencia de clase y de nuestra capacidad colectiva para reunir al mayor número posible de personas.
Si bien es cierto que estamos abiertos a otras corrientes organizadas, o incluso coorganizados con ellas, nuestro objetivo común no es simplemente aglutinar lo que ya existe en términos de organizaciones estructuradas, sino ir más allá desde el principio. Queremos contribuir a hacer un llamamiento a quienes se reclaman o se identifican con una izquierda que rompe con el pasado, que es a la vez anticapitalista y solidaria: activistas contra la reforma de las pensiones, del movimiento de los Chalecos Amarillos, activistas sindicales, activistas antirracistas, feministas, LGBTI+, intelectuales y figuras de la izquierda radical, huérfanos de un marco político para organizarse.
El proceso pretende ser abierto, con los primeros elementos de clarificación ya establecidos: en torno a la puesta en marcha de una estrategia coherente de frente único (que excluye de hecho a algunas organizaciones de extrema izquierda, decididamente hostiles a ella), y en torno a la necesidad de construir una nueva fuerza política de cambio, independiente de las instituciones (lo que supone una delimitación en relación con la dirección de la LFI). Esto no significa que no podamos mantener conversaciones con estas fuerzas en este momento, incluso en el contexto de futuros foros. A largo plazo, sólo podemos esperar que esto conduzca a la construcción de un partido más implantado y sólido que el actual NPA, capaz de desempeñar un papel en la escena política.
Probablemente, a partir de principios de julio, este proceso de foros se desarrollará en varias etapas durante un largo periodo de tiempo. La universidad de verano del NPA será también un hito en este proceso, y esperamos que los primeros intercambios fructíferos den lugar muy pronto a la posibilidad de intervenciones conjuntas.
Para nosotros, no hay contradicción entre construir la NPA hoy y pensar más allá. Pues, con toda humildad, como militantes por la emancipación, no podemos tener otra ambición que la de mantener vivo un marco organizativo útil a las y los explotados y oprimidos, cuestionándonos, sin fetichismo, cómo puede ser fructífero nuestro capital político en un periodo determinado. Como escribimos en 2009, mantener vivo «lo mejor de la herencia de quienes se enfrentan al sistema desde hace dos siglos, la de la lucha de clases, la de las tradiciones socialista, comunista, libertaria y revolucionaria «.
Traducción: viento sur
[1] https://nouveaupartianticapitaliste.org/principes-fondateurs